En la madrugada del 18 de agosto de 1936, Federico García Lorca fue fusilado junto a un olivo en la carretera que une las localidades de Víznar y Alfacar. Se trataba del final de una historia llena de rivalidades políticas en la ciudad en la que habitaba "la peor burguesía de España", como dijo el poeta. También fue el comienzo de otra historia plagada de silencio, un tiempo de fosas cerradas sobre las que se dejaban piedras, desmemoria y vergüenza.
Pero que todos sepan que no he muerto;
Que hay un establo de oro en mis labios;
Que soy el pequeño amigo del viento oeste;
Que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.
Federico García Lorca
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