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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Silvio Rodríguez

En septiembre de 1969, cuando me enrolé en el motopesquero Playa Girón, llevaba dos años de terminado mi servicio militar activo. En las unidades, jugando, había descubierto mi última manía de por entonces: inventar canciones. Aquellas primeras criaturas se me habían aparecido para entretenerme las interminables noches de campamento, y para mi sorpresa luego resultó que también se las mejoraban a mis compañeros. Cuando me licenciaron, en junio de 1967, mis familiares y amigos estaban acostumbrados a que les guitarreara lo último que se me había ocurrido, aunque en la escena acumulaba solo un modesto quehacer trovador: el de mis opacas incursiones en los festivales de aficionados en el ejército. Por eso me fue pavoroso verme cantando en un estelar programa de televisión, justo al día siguie nte de haber firmado el documento que me libraba del uniforme. O sea que, cuando abordé el Playa Girón, llevaba veintisiete meses de «artista profesional», aunque más bien me veía como un huésped d

Fundación del jazz, Eduardo Galeano

Corría el año 1906. La gente iba y venía, como cualquier día, a lo largo de la calle Perdido, en un barrio pobre de Nueva Orleans. Un niño de cinco años, asomado a la ventana, contemplaba aquel aburrimiento, con los ojos y los oídos muy abiertos, como esperando algo que iba a ocurrir. Y ocurrió. La música estalló desde la esquina y ocupó toda la calle. Un hombre soplaba su corneta, alzada al cielo, y a su alrededor la multitud batía palmas y cantaba y bailaba. Y Louis Armstrong, el niño de la ventana, se meneaba tanto que por poco no se cayó desde allá arriba. Unos días después, el hombre de la corneta fue a parar al manicomio. Lo encerraron en el sector reservado a los negros. Ésa fue la única vez que su nombre, Buddy Bolden, apareció en los diarios. Murió un cuarto de siglo después, en ese mismo manicomio, y los diarios ni se enteraron. Pero su música, nunca escrita ni grabada, siguió sonando dentro de quienes la habían gozado en fiestas o funerales. Según dicen los que saben, ese fa

Una canción con 40 años

Una canción con 40 años SANTIAGO DE CHILE (1973) Silvio Rodríguez Allí amé a una mujer terrible, llorando por el humo siempre eterno de aquella ciudad acorralada por símbolos de invierno. Allí aprendí a quitar con piel el frío y a echar luego mi cuerpo a la llovizna, en manos de la niebla dura y blanca, en calles del enigma. Eso no está muerto: no me lo mataron ni con la distancia ni con el vil soldado. Allí, entre los cerros, tuve amigos que entre bombas de humo eran hermanos. Allí yo tuve más de cuatro cosas que siempre he deseado. Allí nuestra canción se hizo pequeña entre la multitud desesperada: un poderoso canto de la tierra era quien más cantaba. Eso no está muerto: no me lo mataron ni con la distancia ni con el vil soldado. Hasta allí me siguió, como una sombra, el rostro del que ya no se veía. Y en el oído me susurró la muerte que ya aparecería. Allí yo tuve un odio, una vergüenza, niños mendigos de la madrugada. Y el deseo de

Para Matar al Hombre de la Paz, Mario Benedetti

Para Matar al Hombre de la Paz  Mario Benedetti  Para matar al hombre de la paz para golpear su frente limpia de pesadillas tuvieron que convertirse en pesadilla para vencer al hombre de la paz tuvieron que congregar todos los odios y además los aviones y los tanques para batir al hombre de la paz tuvieron que bombardearlo hacerlo llama porque el hombre de la paz era una fortaleza para matar al hombre de la paz tuvieron que desatar la guerra turbia para vencer al hombre de la paz y acallar su voz modesta y taladrante tuvieron que empujar el terror hasta el abismo y matar más para seguir matando para batir al hombre de la paz tuvieron que asesinarlo muchas veces porque el hombre de la paz era una fortaleza para matar al hombre de la paz tuvieron que imaginar que era una tropa una armada una hueste una brigada tuvieron que creer que era otro ejército pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo y tenía en sus manos un fusil y un mandato y eran necesarios más tanques más rencores más
Miguel Hernández (de El hombre acecha) 18 de julio de 1936 - 18 de julio de 1938 Es sangre, no granizo, lo que azota mis sienes. Son dos años de sangre: son dos inundaciones. Sangre de acción solar, devoradora vienes, hasta dejar sin nadie y ahogados los balcones. Sangre que es el mejor de los mejores bienes. Sangre que atesoraba para el amor sus dones. Vedla enturbiando mares, sobrecogiendo trenes, desalentando toros donde alentó leones. El tiempo es sangre. El tiempo circula por mis venas. Y ante el reloj y el alba me siento más que herido, y oigo un chocar de sangres de todos los tamaños. Sangre donde se puede bañar la muerte apenas: fulgor emocionante que no ha palidecido, porque lo recogieron mis ojos de mil años.

Las maravillas y miserias del amor, Juan Gelman

Las maravillas y miserias del am or. Sus oscuros fulgores, sus catástrofes. Caminar por el filo de la pérdida. Dar lo que no se tiene. Recibir lo que no se da. El amor a la poesía, a la madre, a la mujer, a los hijos, a los compañeros que cayeron por una esperanza, a la belleza todavía de este mundo. Como cualquier hombre, amé y amo todo eso. Algo de todo eso tal vez tiemble en los poemas que siguen, escritos a lo largo de 50 años. La muerte me enseñó que no se muere de amor. Se vive de amor. Fotografia: Igor Zenin

Cerezas, Juan Gelman

Cerezas Juan Gelman a Elizabeth esa mujer que ahora mismito se parece a santa teresa en el revés de un éxtasis/hace dos o tres besos fue mar absorto en el colibrí que vuela por su ojo izquierdo cuando le dan de amar/ y un beso antes todavía/ pisaba el mundo corrigiendo la noche con un pretexto cualquiera/en realidad es una nube a caballo de una mujer/un corazón que avanza cuando tocan el himno nacional y ella rezonga como un bandoneón mojado hasta los huesos por la llovizna nacional/ esa mujer pide limosna en un crepúsculo de ollas que lava con furor/con sangre/con olvido/ encenderla es como poner en la vitrola un disco de gardel/ caen calles de fuego de su barrio irrompible y una mujer y un hombre que caminan atados al delantal de penas con que se pone a lavar/ igual que mi madre lavando pisos cada día/ para que el día tenga una perla en los pies/ es una perla de rocío/ mamá se levantaba con los ojos llenos de rocío/ le crecían cerezas en los ojos y cada noche los besaba el rocío/ e

Último Brindis

Último Brindis - Nicanor Parra Lo queramos o no  sólo tenemos tres alternativas:  el ayer, el presente y el mañana. Y ni siquiera tres porque como dice el filósofo el ayer es ayer nos pertenece sólo en el recuerdo: a la rosa que ya se deshojó no se le puede sacar otro pétalo. Las cartas por jugar son solamente dos: el presente y el día de mañana. Y ni siquiera dos porque es un hecho bien establecido que el presente no existe sino en la medida en que se hace pasado y ya pasó... como la juventud. En resumidas cuentas sólo nos va quedando el mañana: yo levanto mi copa por ese día que no llega nunca pero que es lo único de lo que realmente disponemos.

Cuerpo de piedra

Cuerpo de piedra Vicente Aleixandre Luna de mármol, rígido calor, noche de estío cuando el perro es mudo, cuando un velo de esparto ante los ojos casi acaricia, sueño o plumón leve. Luna de piedra, manos por el cielo, manos de piedra rompedoras siempre, retorcidas a veces con destellos, manos de lumbre láctea, ya rígidas. Cuerpo de piedra, senda de cristales, mudo siempre o doliente con los soles, cuando perros de lana flotan quietos por pantanos de seda acariciada. Yo no sé si la sangre es roja o verde. Ignoro si la luna vence o ama, si su lengua acaricia los desvíos, axilas que palpitan ya de pluma. Cielo quieto de fango que ahora gira dulcemente mintiendo un sol activo, bella túnica amada por lo dura sobre muslos de piedra avanzadores. Dulce careta blanca que ladea su morado celeste ya sin órbita. Tibia saliva nueva que en los bordes pide besos azules como moscas. Soledad, soledad, calvero, mundo, realidad viva donde el plomo es frío; no, ya no quema el fuego que en las ingles aqu