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Helecho, Julio Cortázar

Julio Cortázar



Para que te remanses en tu noche
de ojos cerrados y de labios húmedos
tras esa extrema operación del musgo
en que mi cuerpo cede sus halcones

bajo el misterio cenital que te abre
los muslos de la voz con que murmuras
las enumeraciones de la espuma
donde otra vez la antigua diosa nace


mientras la sed se exalta en la confluencia
de las dos vías blancas que se cruzan
-Diana de las encrucijadas últimas,
luna de sangre entre las perras negra-

máquina de medusa y unicornio
en que se enreda el tiempo hasta arrancarle
la mascara sin ojos del instante
cuando caemos desde lo más hondo

en un jadear, un silex de gemido,
algo que interminable se desploma
hasta que el torbellino de gaviotas
dibuja un ya borrado laberinto

junto al murmullo alterno que renueva
contra la almohada de algas y saliva
el doble agonizar donde desfila
una lenta teoría de panteras.

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