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La canción "Rythm of the Heat" de Peter Gabriel

                                                               
La canción "Rythm of the Heat" de Peter Gabriel está basada en un relato que hizo Carl Jung sobre su participación en una danza de un grupo de Nativos del Sudán. El título original del la canción era Jung in Africa.
"Cuando el cacique me propuso asistir por la noche a un N’goma (danza) celebré esta idea. Esperaba de este modo permanecer al lado mejor de esta sociedad. Cuando la noche llegó y todos ansiábamos dormir, oímos tambores y sonar de cuernos, y pronto 
aparecieron
los sesenta hombres, armados para la guerra, con lanzas brillantes, corazas y espadas, seguidos a alguna distancia de las mujeres y los niños, incluso lactantes, que las madres llevaban a la espalda. Se trataba evidentemente de una gran fiesta de sociedad. Pese al calor, que llegaba a los 34°, se encendió un gran fuego, alrededor del cual las mujeres y niños formaron un círculo. A su alrededor se colocaron los hombres en un círculo extenso, tal como había observado una vez al creernos amenazados por una manada de elefantes. No sabía si debía sentirme alegre o temeroso, ante tan gigantesco alarde. Busqué a nuestros portadores y militares: ¡Habían desaparecido sin dejar rastro! Como captatio benevolentiae repartí cigarrillos, cerillas e imperdibles. El coro masculino comenzó a cantar melodías disonantes, vigorosas y bélicas y entonces las piernas comenzaron a ponerse en movimiento. Las mujeres y los niños marcaban el paso alrededor del fuego, los hombres danzaban con las armas dirigidas hacia el fuego y retrocedían para volver nuevamente a avanzar, con cantos salvajes acompañados de tambores y cuernos. Fue una escena salvaje y apasionante, bañada por el resplandor del fuego y la mágica luz de la luna. Mi amigo y yo nos levantamos de un salto y nos mezclamos entre los danzantes. Como única arma que poseía blandí mi látigo y dancé también. Vi por la expresión radiante de sus caras que nuestra participación era bien acogida. Su frenesí se multiplicó y todos pateaban, cantaban, gritaban y sudaban a mares. Paulatinamente fue acelerándose el ritmo de la danza y de los tambores.
En esta danza y música los negros caen fácilmente en una especie de estado de locura. Lo mismo pasó aquí. Hacia las once comenzó a desorbitarse la situación y tomó un aspecto extraño. Los danzantes formaban todavía una horda de salvajes y sentí miedo de cómo iba a terminar. Le manifesté al cacique que ahora se había acabado y debía ir con su grupo a dormir. Pero quería siempre danzar
 «una vez más y otra y otra»

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