La levadura de ayer cobra de nuevo sentido, venerable cadena del ser en la agonía, los secos engranajes de los dedos y el latido de luz, el éxtasis, muda visión clavada en las cuerdas donde la araña es una gota de muerte, la negra agarrotada, tiembla un cuerpo de tinta entre las telas, se tuercen las tablas, el alambre azul, más allá de donde suenan los tambores los dedos han quedado inertes sosteniendo la cúpula, arrancan latigazos en las sombras dolientes de la noche y la garganta estalla como un abanico cubierto de quejidos, asciende el odio, jadeantes dientes, la lengua duele a muchas horas pasadas en la siembra, se levanta el látigo, el aliento,
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